Ocurre a menudo, sin previo aviso. Te encuentras aquí y allá con textos y documentos que llaman poderosamente tu atención. Al principio sólo es una idea que va danzando por tu mente, no para quieta un instante y te incordia hasta que la tomas en cuenta y tiras de ella, como si del hilo de Ariadna se tratara, mirando a ver dónde te lleva. Y mientras esto ocurre, un buen día, sin venir a cuento, cuando menos te lo esperas, hallas EL TESORO que NECESITAS para que ese hilo enredado se desenrede y te lleve a donde quieres llegar.
Diría, sin temor a equivocarme, que la primera vez en mi vida que oí hablar de María Tudor fue en el cine viendo Elizabeth, la película que en el otoño de 1998 se estrenó, con Cate Blanchett como protagonista. Ya entonces vi que el personaje tenía posibilidades porque se había hablado poco (y mal) de ella. La figura de esta mujer, la primera reina de Inglaterra por derecho propio, ha estado envuelta siempre entre tinieblas; se han dicho cosas malas, peores, barbaridades y tonterías al por mayor; fruto, todo ello, del más absoluto desconocimiento. Como feminista y anglófila apasionada, empecé a sentirme tentada de reivindicar a la mujer detrás de la leyenda. Pero reconozco que tardé en tomármelo con la seriedad que el tema se merecía. Con todo, la idea no me abandonó en ningún momento, al contrario; el tema me gustaba y, casi sin querer, empecé a buscar información. Leí algunas novelas, y ya en la facultad descubrí unos cuantos libros —mayormente en inglés, como es natural— y el hilo empezó a desenredarse muy lentamente.
En la primavera de 2008 la idea dejó de ser sólo una idea más y se convirtió en proyecto a medio plazo. Por aquel tiempo, alguien dijo que habían hecho un serial sobre Los Tudor que no estaba nada mal. Arrugué el ceño preguntándome qué querría decir con «nada mal»; reconozco que soy híper crítica y muy amiga de formarme mi propia opinión de lo que leo y veo. Sobre todo si se trata de series televisivas. Al mismo tiempo me hice con una biografía de Enrique VIII (ver foto a la izquierda) y empecé a contrastar la información rigurosa de la autora con lo que contaban en el serial. Para mi más agradable sorpresa, vi que el guionista de la serie se había tomado la molestia de recurrir a fuentes fiables y no a la imaginería popular que no siempre es todo lo fiable que debiera ser. Sin olvidar que la ficción es ficción y los documentales son documentales, quedé gratamente impresionada al ver que por fin alguien había hecho algo que valía la pena. Pero definitivamente fue en noviembre cuando hallé el tesoro que buscaba, el que no alcanzaba siquiera a imaginar que pudiera existir. Siiiiiií, la encontré. Encontré una detallada y rigurosa biografía de María Tudor ¡¡¡¡en español!!!! Y no era un librito de bolsillo, no; era un LIBRO de casi 800 páginas con ilustraciones de retratos de la época, un buen aparato crítico, cuadros cronológicos…, en fin todo lo que uno espera hallar en una buena monografía sobre un tema en particular. Dios existe. Los milagros existen. Y puedo escribir la novela que quiero. Pero no soy de las que se conforman… y sigo buscando información; en los últimos 3 años he encontrado una verdadera mina, gracias a que cuando un tema sale en la tele, ¡bendita tele!, se hace inmediatamente popular y, para bien o para mal, han empezado a publicarse —y reeditarse— libros sobre los Tudor que me vienen muy bien.
Muchos pensarán, no sin razón, que mi novela es «una más, una de tantas…», olvidando que cada libro llevan la impronta de su autor y que ésta es irrepetible y perdura en el tiempo. Mi visión del personaje pretende ser más cálida, más humana, y sobre todo más objetiva. Mi propósito es exponer los hechos desnudos, sin más adornos que los que la literatura misma me impone; no hay en esta historia personajes inventados; los auténticos protagonistas son tan apasionantes que sólo preciso darles voz y contar su historia. Deseo de corazón que, al acabar, todos los lectores se sientan tan atraídos por el personaje como yo misma.
Diría, sin temor a equivocarme, que la primera vez en mi vida que oí hablar de María Tudor fue en el cine viendo Elizabeth, la película que en el otoño de 1998 se estrenó, con Cate Blanchett como protagonista. Ya entonces vi que el personaje tenía posibilidades porque se había hablado poco (y mal) de ella. La figura de esta mujer, la primera reina de Inglaterra por derecho propio, ha estado envuelta siempre entre tinieblas; se han dicho cosas malas, peores, barbaridades y tonterías al por mayor; fruto, todo ello, del más absoluto desconocimiento. Como feminista y anglófila apasionada, empecé a sentirme tentada de reivindicar a la mujer detrás de la leyenda. Pero reconozco que tardé en tomármelo con la seriedad que el tema se merecía. Con todo, la idea no me abandonó en ningún momento, al contrario; el tema me gustaba y, casi sin querer, empecé a buscar información. Leí algunas novelas, y ya en la facultad descubrí unos cuantos libros —mayormente en inglés, como es natural— y el hilo empezó a desenredarse muy lentamente.
En la primavera de 2008 la idea dejó de ser sólo una idea más y se convirtió en proyecto a medio plazo. Por aquel tiempo, alguien dijo que habían hecho un serial sobre Los Tudor que no estaba nada mal. Arrugué el ceño preguntándome qué querría decir con «nada mal»; reconozco que soy híper crítica y muy amiga de formarme mi propia opinión de lo que leo y veo. Sobre todo si se trata de series televisivas. Al mismo tiempo me hice con una biografía de Enrique VIII (ver foto a la izquierda) y empecé a contrastar la información rigurosa de la autora con lo que contaban en el serial. Para mi más agradable sorpresa, vi que el guionista de la serie se había tomado la molestia de recurrir a fuentes fiables y no a la imaginería popular que no siempre es todo lo fiable que debiera ser. Sin olvidar que la ficción es ficción y los documentales son documentales, quedé gratamente impresionada al ver que por fin alguien había hecho algo que valía la pena. Pero definitivamente fue en noviembre cuando hallé el tesoro que buscaba, el que no alcanzaba siquiera a imaginar que pudiera existir. Siiiiiií, la encontré. Encontré una detallada y rigurosa biografía de María Tudor ¡¡¡¡en español!!!! Y no era un librito de bolsillo, no; era un LIBRO de casi 800 páginas con ilustraciones de retratos de la época, un buen aparato crítico, cuadros cronológicos…, en fin todo lo que uno espera hallar en una buena monografía sobre un tema en particular. Dios existe. Los milagros existen. Y puedo escribir la novela que quiero. Pero no soy de las que se conforman… y sigo buscando información; en los últimos 3 años he encontrado una verdadera mina, gracias a que cuando un tema sale en la tele, ¡bendita tele!, se hace inmediatamente popular y, para bien o para mal, han empezado a publicarse —y reeditarse— libros sobre los Tudor que me vienen muy bien.
Muchos pensarán, no sin razón, que mi novela es «una más, una de tantas…», olvidando que cada libro llevan la impronta de su autor y que ésta es irrepetible y perdura en el tiempo. Mi visión del personaje pretende ser más cálida, más humana, y sobre todo más objetiva. Mi propósito es exponer los hechos desnudos, sin más adornos que los que la literatura misma me impone; no hay en esta historia personajes inventados; los auténticos protagonistas son tan apasionantes que sólo preciso darles voz y contar su historia. Deseo de corazón que, al acabar, todos los lectores se sientan tan atraídos por el personaje como yo misma.